El Sol es el rector de la carta natal y es lo que somos. Es nuestra forma de expresar nuestra individualidad, y la manera en la que podemos brillar.
El primer contacto que tenemos con la Astrología es a través de nuestro signo solar, que, dependiendo del día del mes en el que nacemos, diremos que somos de tal o cual signo. Tal referencia es una visión minimalista y muy reduccionista de calificar lo complejo de nuestro Ser, pero no deja de ser menos importante.
A través de nuestro signo solar, podemos conocer las cualidades inherentes de nuestra personalidad y la base psicológica que explica nuestra manera de expresarnos. Porque el Sol es eso: lo que somos. ¿Pero que es exactamente Ser?
Bueno, nos encontramos ante una de las preguntas más existenciales y de lo más complejas. No por nada la palabra Ser ya conlleva un sinfín de significaciones metafísicas y simbolismos que hasta el día de hoy causan enredos mentales a los Maestros de la Filosofía.
La manera en la que mejor podemos entender al Sol (es decir, al Ser) es que éste nos otorga la vida, y es la consciencia. Somos porque sabemos que estamos siendo, y si no pudiéramos pensarnos a nosotros mismos, ¿realmente seríamos?
El Sol refiere a nuestra individualidad, aquello que nos hace únicos e irrepetibles y nos diferencia del resto. Es el significador de la identidad, en tanto podemos reconocer estas partes de nosotros y hacernos de ellas para decir “Soy…”
Uno es de una manera y poco se puede hacer para cambiar lo que uno es, a menos que tu Sol sea Acuario o Escorpio, ambos signos íntimamente conectados con el sentido de evolución —aunque de distinta manera— y con una idea del cambio. En estos casos, su manera de ser, será en la búsqueda constante de la trascendencia y la depuración de viejas identificaciones que ya son obsoletas.
Pero es que el Sol es el dominio de la personalidad que refiere a lo inmanente, es decir, a ese núcleo divino que permanece intacto a pesar del paso del tiempo y nos da un sentido de continuidad.
Así, aunque con las diferencias propias entre cada individuo, todos los soles en Aries compartirán un rasgo en común, como que son individualistas y autodeterminados, y que sienten esa ansiedad existencial que los mueve a competir ante la vida. O, por el lado opuesto, todos los Libras exhibirán grandes habilidades sociales para conectar con los demás y buscarán el balance y la armonía tocando un poquito todas las áreas de sus vidas.
Si hay cualidades con las que te cuesta identificarte de tu signo, puede que haya otros factores en juego, como el regente del signo, que bañaría de otras subcualidades que deforman la visión clásica del arquetipo de un signo. Tomando el mismo ejemplo, un Sol en Aries pero con Marte en Tauro, pondrá todo su deseo en el placer sensorial, y eso debidamente los hará más perezosos y lentos que otros arianos. O un Libra, con su regente Venus, en Escorpio, no será tan complaciente ni fingirá para mantener las buenas formas con el resto; al contrario, su sentido de la estética es profundo y trágico, y eso lo llevará a romper las fachadas para llegar a la deliciosa profundidad del vínculo.
Este no es el caso de un Leo, cuyo regente es el mismo Sol, lo cual es una bella sincronía con que ser Leo se trata de ser uno mismo y de amarse como nadie te va a amar. Aún así, muchos Leos reniegan de su narcisismo y egocentrismo, pero eso creo que tiene que ver más con los prejuicios y una mala lectura de cómo se manifiesta un signo.
El Sol es el centro regulador de nuestra psique, ya que tiene la capacidad ejecutiva del Ser. Es quien termina haciendo, más allá de lo que digan los otros estamentos de nuestra personalidad.
Así, un Sol en Sagitario sólo puede ir en búsqueda de una gran verdad que le dé sentido a sus experiencias y las reúna bajo su propia visión del mundo. Quedarse quieto y no expandir sus horizontes mentales sería algo muy antinatural, y hasta patológico. Y aunque existen Sagitarios más domésticos y tranquilos, el Sol es innegable, porque de hacerlo, no estaríamos vivos.
El Sol representa todo lo que queremos ser, y la única forma posible en que podemos sentirnos vivos. Es lo que alberga nuestro núcleo central; es esa fibra íntima que nos conecta con lo divino de la experiencia vital.
También el Sol representa nuestra capacidad creativa, y por eso se relaciona a Leo con los hijos, que son creaciones propias. En esta vida experimentaremos nuestra propia fuerza vital por el hecho de estar vivos, y porque, como el Sol, o como Leo, no podemos sino irradiar esa luz hacia afuera.
Un Cáncer creará hogares, mientras que un Capricornio creará estructuras. La luz de un Piscis es su enorme empatía y sensibilidad al mundo, mientras que la de un Virgo es su gran capacidad práctica, inteligencia y el servicio.
Freud, en su teoría de la personalidad, lo llamó Yo, que en su traducción del inglés era Ego. Y el Ego es nuestro Sol. Somos nosotros mismos, una parte infinitesimal de la totalidad, encarnando en la experiencia de estar vivos.
Y si la vida es el regalo más preciado, hemos de honrarla viviendo nuestra verdad y liberando ese potencial infinito de creación, que compartimos con Dios.
La vida se escribe en un lenguaje universal, que es el Amor. Porque el amor es la expresión más pura de la vida, y porque cuando amamos, es cuando más nos sentimos vivos.
Es el Amor que podemos dar al mundo, y el combustible vital que consume nuestro corazón. Así, los Leo son muy afectuosos y generosos con su amor, pero si no ellos no se sienten amados, no tienen el combustible vital que les hace crear.
Negarnos el amor es negarnos a nosotros mismos, y restringirnos de la felicidad que nos da esta oportunidad de experimentar a Dios adentro nuestro.